8 ago 2013

Qué las chispas bailen.

Jugueteo con mi pulsera veraniega que acabará rompiéndose o siendo desatada y olvidada por culpa de la pretemporada del deporte que elija para este curso. Los niños corren por todo el parque. Haced que salten chispas con vuestras pisadas, incendiad todo este parque. Hay petardos en el quiosco de la esquina, podríamos tener fuegos artificiales, niños. Ojalá me pudiera poner el peto azul que tenía con cuatro años. Ojalá cupiera en el ancho de ese tobogán. Ojalá no me preguntaran si tengo facebook o twitter. A los pequeños no les importa eso, solo viven cada tirada por el tobogán contigo. Tan pronto sois mejores amigos como no os acordáis el uno del otro mientras volvéis temprano a casa. Mamá, déjame ya. Míralos tú también. ¿Te acuerdas? Simplemente te sentabas esperando a que te pidiera con todas mis ganas tu atención. ¿Te acuerdas cuando no te respondía en los enfados, mamá? Se me escapa una risita por lo bajo. Incendiad el parque, niños. No crezcáis, iros con Peter Pan y no crezcáis jamás. No he llegado a las dos décadas y me siento vieja viéndolos. ¿Qué hago sentada hablando? ¿Qué hacen los dos de al lado enseñándose fotos en el móvil? Me noto cansada, mi cuerpo se ha acostumbrado a este plan en los parques: banco, banco y charlita. Me encantaría tirarme por ese tobogán con vosotros y mancharme la ropa que me ha llevado su tiempo elegir. Ah, sí, mamá... Nada, nada, solo me acabo de acordar de una cosa, ya te atiendo. Vuelvo a mi edad, olvidando las ganas de ponerme a correr.